martes, 21 de septiembre de 2004

Libreta de Apuntes Tácticos

El domingo pasado nos reunimos en casa de mi amiga y después de concluir que es necesario cierta dosis de crueldad para pasar una bonita velada (ya lo dijo Marisa Paredes en “Tacones Lejanos”: A veces una mujer tiene que comportarse como una perra para sobrevivir-y yo le agregaría el corolario”…y para pasarla divertido también”-) caímos inesperadamente en el tema de hoy:

¿Los hombres vendemos siempre una imagen de nosotros mismos, completamente distorsionada de lo que verdad somos?

Eso me recuerda un chiste de Mafalda,en el que ella encuentra la libreta de apuntes tácticos de Manolito (el del “Almacén Don Manolo”) en la que reza:

“Cuando un cliente compra una cosa, en realidad compra dos: una, la que el cree que está comprando; y dos, la que uno REALMENTE le está vendiendo”

Por un momento sentí que era algo de lo que padecíamos particularmente los hombres homosexuales; pero, para mi alivio, mi amiga me rescató de mi ignorancia, restregándome en la cara que “la inmensa mayoría de los hombres son así”.

Ya sé: mal de muchos, consuelo de tontos. De hecho, mi alivio duró hasta el momento en que caí en la cuenta de que, si uno pretende algún día establecerse en una relación a largo plazo con alguien, no quiere encontrarse en casa con el monstruoso Sr Hyde , si en su lugar espera encontrar al educado Dr. Jeckyl. Es ese tipo de sorpresas que decepciona al más entusiasta.

Y en el caso de dos hombres (y si mi amiga tiene razón, y en realidad es cuestión de género) ¿Puede establecerse una relación entre dos tipos, armados cada uno, con sus “Libretas de Apuntes Tácticos”?

De repente se me vino a la mente uno de esos filmes de la primera guerra mundial , en los que se miraban miles de soldados moribundos tirados en el suelo, aferrándose a su libreta de apuntes tácticos, preguntándose a sí mismos por qué las cosas no salieron como se suponía. Dantesca e ilustrativa visión.

No se puede esperar que alguien que espera tomarse un jugo de peras, deje de arrugar la cara cuando se lleve a la boca una limonada (y sin azúcar).

Por eso he dejado de creer en las definiciones de Internet .Por eso es que cada vez nos hacemos más y más desconfiados, haciendo un efecto de bola de nieve de suspicacia.

Las cartas sobre la mesa gente. Nada cuesta y quien quita y a lo mejor algún día nos encontramos con alguien que apetezca de una limonada sin azúcar.

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