sábado, 14 de marzo de 2009

Un trenvía llamado Deseo

Las películas son el reflejo de la vida. Una historia que puede ocurrir en muchos capítulos, separados muchas veces por el tiempo, el lugar y lo más importante: las circunstancias existenciales particulares de las personas en dichos momentos y lugares. Ayer volvía a ver "Un trenvía llamado Deseo",el clásico de 1951 escrito por Tennesse Williams. La ví con un chico con el que tuvimos que ver, hace como diez años y luego, la gravitación del Universo gay -qui nous traînes et nous entraînes- nos acerca y nos aleja en varios afelios y perihelios hasta que de repente, nos hace colisionar (o no...) en la estación que cerca de diez años después nos enfrenta cómo personas diversas a las que una vez fuimos y conocimos.

¿La incertidumbre del cambio hará que las cosas sean diferentes esta vez?

Quién sabe. Lo que si es seguro es que al menos en esta ocasión nuestras circunstancias existenciales particulares, aquí y ahora, nos han conducido a encontrarnos esta vez fuera del trenvía. En la estación de la Esperanza.

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