Un trenvía llamado Deseo
Las películas son el reflejo de la vida. Una historia que puede ocurrir en muchos capítulos, separados muchas veces por el tiempo, el lugar y lo más importante: las circunstancias existenciales particulares de las personas en dichos momentos y lugares. Ayer volvía a ver "Un trenvía llamado Deseo",el clásico de 1951 escrito por Tennesse Williams. La ví con un chico con el que tuvimos que ver, hace como diez años y luego, la gravitación del Universo gay -qui nous traînes et nous entraînes- nos acerca y nos aleja en varios afelios y perihelios hasta que de repente, nos hace colisionar (o no...) en la estación que cerca de diez años después nos enfrenta cómo personas diversas a las que una vez fuimos y conocimos.
¿La incertidumbre del cambio hará que las cosas sean diferentes esta vez?
Quién sabe. Lo que si es seguro es que al menos en esta ocasión nuestras circunstancias existenciales particulares, aquí y ahora, nos han conducido a encontrarnos esta vez fuera del trenvía. En la estación de la Esperanza.
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