Respuesta a Oto
Oto Valdivia escribió:
Todo indica que debo comerme la otra mitad del aguacate. Hace tiempo que pienso en eso, y, para colmo, una hada madrina me regaló una cuchara para hacerlo, ya sólo falta que se me apareciera el aguacate flotando sobre mi cabeza. Pero no lo haré. Es mi modo de venganza, aunque la pobre fruta no tiene la culpa, nadie ha venido a ver la otra mitad que quedó de mí, porqué debería yo entonces ver la otra mitad del aguacate, si hasta envidia le tengo porque no espera que nadie lo vea. Le dije al cielo: 'Si puedes pasa de mí este aguacate, pero que se haga en mí tu voluntad', y el cielo no me perdonó la blasfemia, pero me dió permiso para hablar de otra cosa.
Cuando no hay amor, las relaciones tienen la excelencia de su serenidad. Entre menos amor, más serenas, y entre más serenas, más excelentes. Comienzan con un ardor apasionado que con la costumbre se convierte en una llama blanda y luego, gracias al orden natural de las cosas, llega a una recta final en la que cualquier día se acaba con la relación: Sólo la inercia hace que dure más. Ninguno es, evidentemente, el primero en la vida del otro, ambos conocen a los que estuvieron antes, y cada quien le habla a sus ex-amantes como amigos, porque no se amaron, tal como se hablarán entre sí los que forman la relación luego de que tengan el pequeño disgusto de separarse.
Cuando eso ocurra, cuando se separen, una hora de tiempo se asentará sin rumor sobre otra hora de tiempo, y el mundo estará listo para nacer de nuevo. Y talvez ambos, el el futuro, tendrán con quién acostarse, y estarán lejos el uno del otro, repitiendo gestos que se conocen en los cuerpos de otros, sin recordarlo, pero tan concentrados en el nuevo sexo o tan distraídos de él que ninguna memoria común les llega, y si llegara sería puro pensamiento, de otra vida o incluso de persona diferente.
Por eso estoy tan seguro de ésta mi sencilla verdad: El yo de este instante es fundamentalmente diferente del que era un segundo antes, o al revés, pero nunca el mismo. Por eso es tan verdad param mí que el pasado es algo muerto. Las personas que tuve hasta hoy están muertas, y tanto más muertas cuando más las amé. A ninguna persona amé lo suficiente para que yo mismo muriera de algún modo en la muerte de ellas. Muerto está todo entonces, pero, mortificados, vós y yo, no.
Luego de haberme derretido completitas las líneas de tu correo, he de manifestar mi desacuerdo en tus punto de vista, ( que espero no sea parte de otro de los constructos sociales que me he dado a la tarea de estudiar y describir estos días,como aquel cliché del fotógrafo de la Escuela Nacional de Bellas Artes, del cual nos reimos tanto ¿Te acordás?)
Yo tengo vívido el recuerdo de esa y muchas otras discusiones que sostuvimos , y sólo por el hecho de recordarlas, viven en mi.
Y lo anterior no es la afirmación vacía de una mente romántica (te consta que me lobotomizaron de ese hemisferio). La prueba es precisamente esa: que en algunas zonas sinápticas entre mis neuronas, la bioquímica de mi cuerpo mantiene almacenada la información y la experiencia, de ese espacio temporal en el que coexistimos.
Y si, como alguien dijo alguna vez, la Inmortalidad no es otra cosa que la huella que dejamos en el recuerdo de los que nos suceden, entonces -claramente- cada interacción que consiente o inconscientemente queda registrada en nuestro cerebro, es la clara manifestación de la inmortalidad del otro en el ámbito de nuestra propia mortalidad.
Así pasamos de ser monos a "humanos", lo que sea que eso signifique hoy en día....
Sobre si somos o fuimos importantes o no, esos son otros ciempesos . Pero te sé decir que en tu manifiesto más que matar alguien, lo que estás es perpetuándolo.
Pénsalo y gracias por escribir